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En la educación de la fe, sobre todo en ambientes infantiles, fue tradicional desde los primero tiempos recordar el misterio de la encarnación y referirse a la realidad de Jesús niño que "crecía en gracia y en sabiduría delante de Dios y de los hombres" (Luc. 2.5)
Con todo es conveniente desmitificar la realidad infantil de la vida de Cristo. Con respeto a toda la ternura que late en la Navidad, lo importante en la reflexión sobre la infancia de Cristo es el misterio de la Encarnación y no las leyendas o invenciones lúdicas de Jesús niño. El ejemplo de la Iglesia es claro y se refleja en la sobriedad y claridad de los dos capítulos iniciales de los Evangelios de Lucas y Mateo, mismo tiempo que el pronto rechazo de los llamados Apócrifos de la Infancia, con sus leyendas y exageraciones.
Con todo también es bueno respetar y comprender determinadas formas espirituales y devociones relacionadas con la figura del Niño Jesús que, bien preferencias afectivas de quienes las manifiestan, bien por el ahondamiento teológico de lo que la infancia de Jesús representa en el contexto de su humanidad sagrada, se han difundido en la Historia de la Iglesia y también están en vigor en determinados grupos o personas. (Ver María. 2.1)
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